Mas Bush!
Agosto 28 de 2005
EDITORIAL
Bomba B contra la ONU
Los que conocen a John Bolton, nuevo embajador de Estados Unidos ante la ONU, apretaron los dientes cuando George W. Bush lo nombró hace poco valiéndose de un atajo constitucional para sortear la oposición en el Senado. Dadas sus reiteradas declaraciones contra la ONU y su propuesta de que Estados Unidos se retirase de ella, había razones para temer que al cabo de pocos meses Bolton empezara a atravesar palos en la rueda de la organización.
Pero se equivocaban. Tardó apenas tres semanas y, en vez de palos en la rueda, soltó una verdadera bomba atómica. Su propuesta de reformas de la estructura de las Naciones Unidas, que filtraron The Washington Post y The Independent (Londres), dinamita el borrador oficial que estudiaba las enmiendas al sistema y plantea nada menos que 750 modificaciones, agregados y supresiones. El documento es toda una declaración imperial de principios sobre el Weltanschaung o visión del mundo del gobierno de Estados Unidos: que todo gire en torno a sus necesidades y al ritmo de sus pretensiones.
Bolton dijo, al posesionarse, que sería "un abogado de los valores e intereses de Estados Unidos en la ONU". Solo le faltó agregar que se trata de los intereses según los definen los ideólogos neoconservadores de Bush.
Sus 750 puntos incluyen, entre otros:
Supresión de toda referencia concreta a los planes de las ‘Metas del Milenio’, cuyo fin es combatir las enfermedades y el hambre.
Cancelación de los esfuerzos para conseguir que los países ricos inviertan 0,7 por ciento de su PIB en ayuda al desarrollo.
Rechazo a todo compromiso concreto para reducir la contaminación global.
Sustitución de los planes de desarme nuclear por vagas recomendaciones que no afectan los proyectos de Estados Unidos.
Eliminación de toda mención a la Corte Internacional de Justicia, de la que Bush retiró a los Estados Unidos.
Giro absoluto en materia de comercio internacional: en vez de ayudar a los países pobres a entrar a la Organización Mundial de Comercio, elevar los requisitos de ingreso.
En suma, ningún compromiso concreto de cifras ni plazos con los grandes problemas planetarios –el hambre, la miseria, el sida, la contaminación– y un sinnúmero de condiciones para que hasta el último tornillo de la ONU se apriete de acuerdo con los intereses del país más rico y poderoso de la Tierra.
Una vez conocido el documento, los diplomáticos se dividen en dos grupos. Por una parte, los que creen que el gran nuevo impulso que se proponía recibir la ONU al cumplir su sexagésimo aniversario en una cumbre planeada para septiembre se reducirá a una difícil negociación con Estados Unidos para ver qué muebles se salvan. Por otra, los que piensan, como bien dice la especialista británica Ann Penketh, que "estamos asistiendo al final de la diplomacia".
Por los problemas que podrían acarrear el temperamento, las ideas y la proverbial antipatía de Bolton por la ONU, un bloque de senadores de su país se opuso a su designación, hasta cuando las asuetos parlamentarios dieron a Bush la oportunidad de hacer uso de un inciso constitucional que le permite proveer ciertos cargos hasta la elección de un nuevo Congreso. Así se allanó el paso de Bolton hacia ese edificio del que una vez dijo que "merecería ser demolido sin contemplaciones".
En vano supusieron algunos que ese ingreso por la puerta de atrás iba a morigerar su actitud. Pero está claro que el mismo día que entró a la sede de la ONU en medio de una silbatina de los empleados ya llevaba la bomba en el maletín.
Mala manera de mejorar las relaciones de Washington con una organización cuyos mandatos ha desconocido flagrantemente y con una comunidad internacional cada vez más inquieta por la arrogancia y egoísmo del gobierno estadounidense. Sus colegas tomarán la arrolladora actuación de Bolton como un insulto, y los países pobres poco menos que como una declaración de guerra.
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